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Alejandro Palma – Escritor

Bienvenido a este blog  =) Siempre que encuentro un escritor nuevo me pregunto ¿sobre qué escribe? ¿conectaré con su narrativa? Aquí no hay certezas, sólo pasadizos. Pero si los recorres, puedes encontrar ideas a esas preguntas. Este blog es una biblioteca que se sueña a sí misma, un tablero donde el lector mueve piezas que ya fueron movidas por otro. Los textos no buscan respuestas, sino preguntas más interesantes. A veces son cuentos disfrazados de ensayos; otras, espejos que sólo reflejan si uno los mira de perfil. Se recomienda entrar sin apuro y salir sin haber entendido todo. ¿Qué encontrarás aquí? Literatura contemporánea e independiente escrita desde Chile, entre lo cotidiano y lo simbólico, con mirada crítica, sensible y reflexiva. Narrativa breve, cuenmas (esa mezcla entre cuento y poema), reflexiones, ensayos, libros, preguntas. Textos que buscan sentir y pensar al mismo tiempo, con raíces locales y mirada universal. Talleres de lectura y escritura.    Mis Libr...
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Carta a la percepción perpleja

Querida amiga, Te escribo desde ese rincón de la tarde donde uno cree que entiende algo, apenas un hilo, y sin embargo ese hilo no articula ninguna trama sino más bien se enreda en los dedos, en los prejuicios, en las expectativas que uno acarrea como quien lleva piedras viejas en el bolsillo. He visto con preocupación que, actualmente en muchos países, hay sectores que expresan una sensación de desconcierto ante la adhesión masiva a proyectos políticos que consideran éticamente o democráticamente problemáticos. Y hoy yo me siento igual. Porque —y esto me lo repito con la obstinación de los necios— cuesta muchísimo aceptar que uno se equivoca, que aquello que a mí se me aparece como monumentalmente cuestionable apenas si provoca un pestañeo en los demás, y a veces ni eso. Es como gritar en un cuarto lleno de gente y que apenas un par levante la mirada, mientras el resto continúa conversando de lo suyo, indiferentes a la grieta que uno cree ver abrirse en el suelo. A veces me sorprendo ...

Carta sobre la división y la tristeza de mirar

Querido amigo: No puedo dejar de pensar en la manera en que nos fragmentamos. No hablo de fragmentos visibles, de quiebres materiales; hablo de las grietas interiores que se proyectan hacia los demás, sobre todo hacia aquellos que deberían ser nuestros refugios: la familia, la comunidad, el país. He pasado horas observando cómo una conversación en la mesa se detiene en seco ante una palabra que trae consigo toda una ideología, un mundo entero que para algunos es absoluto, y para otros, una amenaza. Y me duele, aunque lo haga desde la seguridad de mi sillón, con la penumbra de la tarde acariciando los papeles sobre los que escribo. Veo la política, ese espejo deformante de lo real, convertir a los hermanos en adversarios, a los amigos en extraños, y siento una tristeza que no se disimula con el orgullo o la razón. Porque todos creemos tener la luz de la verdad de nuestro lado, y nadie se detiene a escuchar la canción del otro. Cada posición, necesaria quizá, se convierte en muralla. Y c...

Carta a una breve historia de Chile

Chile: una historia breve, larga, inconclusa (1950–2025) Un ensayo con mirada histórica, filosófica y sociológica A veces Chile parece un país que avanza con paso firme; otras, uno que duda incluso del acto de caminar. Desde 1950 hasta hoy, la historia chilena se asemeja menos a una línea y más a una respiración irregular: expansiones, contracciones, silencios, gritos. Un país que se piensa a sí mismo mientras se rehace. I. Los años del crecimiento contenido (1950–1970) La segunda mitad del siglo XX abrió en Chile un período de modernización desigual. La industrialización —ese sueño de la CORFO, de los planes de desarrollo que buscaban “alcanzar el siglo”— avanzó sin nunca terminar de estabilizarse. Chile explotó cobre, nitratos rezagados, algo de industria textil y manufacturera, pero siempre con la sombra de la dependencia externa. En lo social, el país vivió una urbanización acelerada: poblaciones que emergían casi de la noche a la mañana, un Santiago que se convertía en la capital ...

Los mejores países: Carta a un país que aún no existe

Querido amigo, A veces pienso que los países son como personas: unos se visten de progreso, otros de libertad, algunos de obediencia, y unos pocos logran la rara elegancia del equilibrio. Nos gusta mirar el mapa como quien observa un espejo roto: cada pedazo refleja algo que nos gustaría tener — la felicidad nórdica, la eficiencia asiática, la comodidad europea —, pero ninguno muestra el rostro completo. Nos dicen que los “mejores países del mundo” son los que encabezan los rankings de felicidad, desarrollo o transparencia. Noruega, Finlandia, Suiza, nombres que suenan a música de nieve. Pero detrás de esas cifras hay otra historia, una donde la felicidad no se mide en sonrisas sino en acuerdos silenciosos. Allí, el político que negocia no traiciona, y el que cede gana. Tal vez el secreto de su bienestar sea esa obstinación por pensar que el otro también tiene razón, aunque no sea la misma. Luego está China, ese gigante que no pide permiso para existir. Los índices le niegan la felicid...

Carta a un amigo que aún escucha vinilos

Querido amigo: No creo que se extrañe el tiempo en que el teléfono tenía cordón y las tardes olían a tinta y polvo de papel. Y yo, que escribo desde una pantalla que brilla como un ojo cansado, no sé si contestar ciertas preguntas con un correo electrónico o con una nota que lanzaré en forma de avión de papel. De alguna manera, estas letras viajan por los cables como las cartas de antaño por las calles, solo que ahora cada palabra cuesta un poco de agua y un poco de aire quemado: la huella hídrica y de carbono que pocos consideramos. He estado pensando —culpa de estos tiempos, claro— en cuánto gastábamos cuando vivíamos con la tecnología de 1990. En aquel entonces, un hogar devoraba su buena ración de energía, unos veintiocho mil kilovatios-hora al año, y los grifos corrían con la despreocupación de los ríos: seis metros cúbicos de agua por persona y por día, casi como si el planeta no tuviera sed. Pero era una sed distinta: no existían los servidores que laten debajo del Ártico ni los...

Crecimiento poblacional y bienestar

Los hijos del reloj A veces pienso que los países envejecen igual que las personas: no porque les falte sangre joven, sino porque un día dejan de soñar. Entonces se llenan de cifras, de estadísticas, de ministros que hablan de la natalidad como si se tratara de la cosecha del trigo o la tasa de interés del Banco Central. Y la gente, esa multitud sin apellido que hace el milagro de seguir levantándose, empieza a sentir que tener hijos es como invitar a alguien a una casa que se está hundiendo. Chile, por ejemplo, se mira al espejo y se pregunta si sigue siendo joven. Antes —dicen los que tienen memoria— bastaban siete millones para llenar las calles de voces, para creer que el futuro era algo que venía con el viento del Pacífico. Ahora somos veinte millones y, sin embargo, el silencio pesa más. El silencio de los que no pueden pagar un arriendo, de los que hacen filas infinitas para alcanzar la dignidad mínima, de los que postergan los sueños porque el sueldo no da ni para el presente. ...

sobre los héroes cotidianos

Nos enseñaron mal. Nos dijeron que cambiar el mundo era una tarea para héroes: gente brillante, valiente, con frases que se vuelven estatuas. Que el coraje tiene forma de épica, y que las revoluciones empiezan con discursos, no con dudas. Y entonces, uno crece esperando el momento de hacer historia, como si la historia fuera un escenario y uno un actor que no sabe cuándo entra. Pero la verdad es que la historia no se anuncia. No golpea la puerta diciendo: “hoy te toca ser protagonista”. No viene con banda sonora ni con aplausos. A veces, ni siquiera se parece a una historia. Se parece más a la rutina. Al hartazgo. Al silencio en una mesa donde todos repiten lo que escucharon en la radio. Y ahí estás. Y ahí estoy. Sin capa. Sin programa. Sin respuestas grandiosas. ¿Qué hacemos cuando no somos héroes? Quizás lo único que podemos: resistir a nuestra escala. No gritar si no es tu estilo, pero tampoco callar donde duele. No dar cátedra, pero sí ofrecer un libro. No cambiar el mundo, pero sí...