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Carta sobre un Chile que se cae a pedazos

Santiago, 2 de noviembre de 2025

Querido amigo:

Te escribo desde un café que parece flotar entre las sombras y la luz de esta ciudad que, según algunos, se cae a pedazos. Y sin embargo, mientras observo a la gente que entra y sale, con sus mochilas, sus familias, sus compras y sus pequeñas prisas, me pregunto si no será más bien un espejismo de angustia, un espejismo alimentado por palabras y titulares que se lanzan al aire como hojas secas.

La economía, dicen, va en caída libre. Y yo pienso en las cifras y en los gráficos, que bailan ante mis ojos como notas musicales: sí, hay desigualdad, hay problemas de empleo, pero también hay progreso, tecnología, comercio que no se detiene, un movimiento subterráneo de vida que persiste a pesar de los temores. ¿Se cae Chile? Tal vez se tambalea un poco y sin duda puede estar mejor si logramos ponernos de acuerdo, como todos los países, pero de ahí a afirmar que se desmorona… eso me suena a falacia, a exageración conveniente.

En cuanto al bienestar y la seguridad, la sensación de fragilidad es real, y no hay que desdeñarla. Pero se mezcla con la rutina de los parques llenos de niños, de los buses que llegan a tiempo, de los mercados que abren cada mañana como si nada pudiera detenerlos. La vida, como siempre, sigue su curso, y hay que saber mirar más allá de los discursos que buscan conmover o alarmar.

Me parece que hay un juego de perspectivas: unos ven ruinas, otros ven cimientos. Y tal vez ambos tengan razón, según el cristal con que miren. Yo, desde mi rincón, prefiero mirar los cimientos y reconocer que, aunque imperfectos, sostienen la vida cotidiana, la conversación en los cafés, los libros que se venden, los amores que nacen y los proyectos que se tejen.

Así que no, no creo que Chile se caiga a pedazos. Creo que hay grietas, sí, y que hay que atenderlas. Pero confundir las grietas con el derrumbe completo es, a veces, una manera de hablar más de miedo que de realidad.

Porque algunos nos quieren poner nuevos muros donde hay bellos puentes.

Con afecto y cierta ironía necesaria,
A.P

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