Hay gente —más de la que uno quisiera— que nunca se ha tomado el trabajo de buscar la verdad. No porque no puedan, sino porque, en algún momento, decidieron que era más fácil vivir con lo que otros ya habían decidido por ellos.
Entonces van por la vida repitiendo verdades prestadas, heredadas, a veces impuestas, sin someterlas al menor temblor de una duda, como si pensar fuera una molestia prescindible. Y tal vez lo es, en un mundo donde pensar cuesta caro y los que mandan prefieren súbditos obedientes antes que mentes que se pregunten cosas raras.
El problema —si uno quiere llamarlo así— es que razonar no es cómodo. No hay garantías. Pensar de verdad es un camino lleno de curvas, uno que exige esfuerzo y a veces no lleva a ninguna parte visible. Entonces muchos prefieren no salir. Quedarse en casa, con la verdad bien envuelta en papel de diario viejo.
Lo cierto es que nadie ha logrado atrapar una verdad absoluta. Ni en la ciencia, ni en el arte, ni en las mesas de café. Hay verdades individuales, esas que cada uno arma como puede; verdades sociales, que son como acuerdos tácitos para que el mundo no se caiga a pedazos; y después está esa otra, la objetiva, la que —dicen— existe aunque nadie la vea, como un gato que maúlla en una habitación cerrada. Esa es la que se busca. Y también la que se escapa.
A veces, lo que creíamos verdad cambia de forma, como esas figuras que uno mira de frente y parecen una cosa, pero al moverse un poco revelan otra completamente distinta. El agua, por ejemplo, era líquida hasta que alguien la encontró congelada o hecha vapor. La luz era una onda, hasta que también resultó ser partícula. Y así seguimos, quitándole capas a las cosas, como si alguna vez fuéramos a llegar al hueso último, ese que nadie ha tocado.
En la imagen, la verdad de la figura depende del lugar desde donde se la mire. Y eso no es relativismo barato, sino simple evidencia de que mirar desde otro ángulo puede cambiarlo todo. Por eso vale la pena buscar, preguntar, torcer el cuello si hace falta. Porque en una de esas, el punto de vista del otro no es el tuyo, pero tampoco está tan equivocado.
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