Sobre un Cuenma
(O de la forma mínima que roza lo humano)
El cuenma es una forma breve. Un gesto breve. Deja algo.
Una escena, una forma mínima que no tiene conflicto, sino belleza —o algo más, no muy definible.
A veces esa escena avanza hacia un pequeño elemento que nos lleva a alguna reflexión humana.
Es un texto narrativo que parece un cuento breve, pero tiene alma de poema… y algo más (o menos, según se mire).
No nació para encajar, sino para insistir en lo que se escapa.
No es cuento, aunque narra.
No es poema, aunque dice más.
Es una zona blanda entre géneros,
donde la palabra no corre: respira.
El cuenma nace de una carencia:
de formas narrativas que exigían conflicto cuando lo importante era una luz que se mantiene o se apaga,
una hoja que cae sin ruido.
Como si hubiéramos olvidado que, a veces, eso era suficiente.
¿Por qué ponerle nombre?
Porque nombrarlo permite desarrollarlo.
Ayuda a posicionarse frente a esta literatura, tanto al escritor como a quien lee.
Y eso es una forma honesta de situarse frente a ellos,
como uno lo haría ante un poema, un antipoema, un cuento, un ensayo, una novela.
Un cuenma.
Un estilo definido en esa área gris que ya existía, pero sin nombre.
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🔹 ¿Qué es un cuenma?
Un cuenma es un texto breve que:
— Se construye en un solo acto.
— Parte de lo sensorial, mínimo o atmosférico.
— Usa una prosa contenida, poética sin ornamento.
Y puede quedarse solo en eso, o desembocar —sin énfasis— en algo universalmente humano:
una epifanía mínima, una ausencia, una comprensión sin explicación.
Es un texto que no necesita drama para conmover,
ni argumento para permanecer.
Puede girar en torno a una planta, un guante, una baldosa, un cuerpo o un silencio.
Pero siempre roza algo esencial:
el tiempo,
la pérdida,
el tacto,
la espera,
el no saber.
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El cuenma es eso:
un gesto leve que deja marca.
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¿Por qué ahora?
Porque el tiempo pide otras formas.
Porque ya no creemos del todo en los grandes arcos narrativos.
Porque lo esencial ya no necesita trama, sino presencia. Atmósfera. Atención a los detalles.
El mundo ya no necesita solo historias,
sino presencias breves que devuelvan sentido sin nombrarlo.
O incluso que aparentemente no devuelvan nada. Pero entregue algo distinto.
Tal vez otros ya lo han escrito, sin saberlo. Tal vez muchos más lo escribirán ahora que tiene un nombre. Y eso me basta.
No para defender una forma. Sino para invitar a habitarla.
La invitación está hecha.
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Alejandro Palma
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