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Cuenma: entre el cuento y la poesía

Esta es una definición personal y un manifiesto poético del cuenma — una forma literaria híbrida que flota entre el cuento y el poema, nacida de la necesidad de atmósfera, no de trama.

Autodefinición de cuenma (o el primer cuenma)

Soy un cuenma, un cuento que no es un cuento, y un poema que no llega a poema.
Algunos me llaman ensayo lírico, otros divagación literaria. Pero no soy eso, más bien una forma en la que las palabras se reúnen, no para contar hacia un final, sino para permanecer.
Me han dicho que ya existía —sin nombre propio.
Cuando las palabras fluyen en sí mismas como un estado meditativo, reflexivo, lúdico, como si quisieran llegar a algo... pero permanecen ahí, un momento más, rozando un borde, sin cruzarlo (o apenas), siempre buscando un centro que no resuelve, pero respira.
Una narrativa pura, pensante —a veces— o no. Lúdica, lírica, filosófica en ciertos destellos. Pero sobre todo, atmosférica. Ahí habitan las palabras. Ahí me manifiesto.

Floto. No es que no diga nada, sino que me niego a decir lo esperado. 

Habito lo mínimo, lo sensorial, lo atmosférico. Con una prosa contenida, poética sin ornamento; puedo quedar solo en eso, o llegar —sin énfasis— a algo profundamente humano: una epifanía mínima, una ausencia, una comprensión sin explicación.
A veces mi sombra se estira para alcanzar nuevos bordes, miradas múltiples. A veces se pliega para abrazar lo inabrazable.

No necesito argumento para permanecer, ni drama para conmover. Solo soy. A veces, muevo algo: como el roce de lo leve sobre lo frágil.

Soy un organismo literario que no busca contar, sino estar. No necesito trama ni clímax. A veces no necesito sujeto. A veces sí.
Fluyo como una idea que no quiere concluir. Me enredo sobre mí mismo como un pensamiento que respira,
y no se resuelve porque no tiene nada que resolver. Me desenredo solo un poco para habitar.

Puedo girar en torno a una planta,
un guante, una baldosa, un cuerpo, un algo (inventado), el interior de una piedra que quiere o no salir, o un silencio.

Pero siempre rozo algo esencial:
el tiempo,
la pérdida,
el tacto,
la espera,
el no saber.

Y ahí me quedo.
Ahí me dejo escribir.
Y ... sigo.

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Sobre un Cuenma

(O de la forma mínima que roza lo humano)

El cuenma es una forma breve. Un gesto breve. Deja algo.

Una escena, una forma mínima que no tiene conflicto, sino belleza —o algo más, no muy definible.

A veces esa escena avanza hacia un pequeño elemento que nos lleva a alguna reflexión humana.

Es un texto narrativo que parece un cuento breve, pero tiene alma de poema… y algo más (o menos, según se mire).

No nació para encajar, sino para insistir en lo que se escapa.


No es cuento, aunque narra.

No es poema, aunque dice más.

Es una zona blanda entre géneros,

donde la palabra no corre: respira.


El cuenma nace de una carencia:

de formas narrativas que exigían conflicto cuando lo importante era una luz que se mantiene o se apaga,

una hoja que cae sin ruido.

Como si hubiéramos olvidado que, a veces, eso era suficiente.


¿Por qué ponerle nombre?

Porque nombrarlo permite desarrollarlo.

Ayuda a posicionarse frente a esta literatura, tanto al escritor como a quien lee.

Y eso es una forma honesta de situarse frente a ellos,

como uno lo haría ante un poema, un antipoema, un cuento, un ensayo, una novela.

Un cuenma.

Un estilo definido en esa área gris que ya existía, pero sin nombre.

---


🔹 ¿Qué es un cuenma?


Un cuenma es un texto breve que:

— Se construye en un solo acto.

— Parte de lo sensorial, mínimo o atmosférico.

— Usa una prosa contenida, poética sin ornamento.


Y puede quedarse solo en eso, o desembocar —sin énfasis— en algo universalmente humano:

una epifanía mínima, una ausencia, una comprensión sin explicación.


Es un texto que no necesita drama para conmover,

ni argumento para permanecer.


Puede girar en torno a una planta, un guante, una baldosa, un cuerpo o un silencio.

Pero siempre roza algo esencial:

el tiempo,

la pérdida,

el tacto,

la espera,

el no saber.

---

El cuenma es eso:

un gesto leve que deja marca.

---

¿Por qué ahora?


Porque el tiempo pide otras formas.

Porque ya no creemos del todo en los grandes arcos narrativos.

Porque lo esencial ya no necesita trama, sino presencia. Atmósfera. Atención a los detalles. 

El mundo ya no necesita solo historias,

sino presencias breves que devuelvan sentido sin nombrarlo.

O incluso que aparentemente no devuelvan nada. Pero entregue algo distinto.


Tal vez otros ya lo han escrito, sin saberlo. Tal vez muchos más lo escribirán ahora que tiene un nombre. Y eso me basta.

No para defender una forma. Sino para invitar a habitarla.

La invitación está hecha.


---

Alejandro Palma


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