Cuenma: Libros en la tarde
Pienso en la luz de la tarde. Cómo abraza a los libros. Los convence, suavemente, de volverse amarillos. De desprender ese olor a vainilla que no proviene de nada, salvo del tiempo.
De doblarse un poco en las esquinas. Como si escucharan algo.
La humedad hace lo contrario: los engorda un poco, los vuelve densos, con olor a amor, a encierro, a tiempo que se quedó adentro.
Tal vez —pienso— los libros se sientan un poco amados cuando esto les sucede. Como si el tiempo les hablara. Como si fueran escuchados por alguien que no tiene voz.
O tal vez no. Simplemente se dejan acariciar por las circunstancias.
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Breve análisis lector:
Aunque este texto habita claramente la prosa poética, no se queda ahí. Tiene ecos de lirismo íntimo, impresionismo sensorial, un existencialismo suave y cierto minimalismo contemporáneo. Se asoma también al ensayo poético, sin necesidad de teoría ni estructura. Fluye entre géneros, respira más que afirma. No busca cerrar, sino suspender.
Y por eso, es un cuenma en todo el sentido. Un cuenma es: una forma abierta, una presencia más que un argumento, con la fuerza de un cuento y el pulso de un poema largo.
Y en estos tiempos donde todo quiere concluir, explicar, resolverse, este texto solo invita a estar. A disfrutar las letras, el texto, lo que evoca. Es una frontera literaria que ahora tiene nombre y forma, para que podamos escribir, leer, disfrutar.
A pocos puede importar este tipo de cosas, pero estoy seguro de que abre la puerta a lectores y escritores que no se sienten representados ni por la narrativa clásica ni por la poesía tradicional, pero que buscan expresar estados, atmósferas, intuiciones.
No es algo nuevo. Pero ahora está disponible.
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Pregunta final:
¿Piensas que hay espacio para nuevos géneros o estructuras literarias, o ya está todo bien así como está?
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Alejandro Palma
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