"Un viaje asombroso, con un final sorprendente"
"Una distopía con tintes filosóficos, sociopolíticos y existenciales, que se distancia del modelo clásico de aventura o revolución (1984, Divergente, Los juegos del hambre) para acercarse a obras más inquietantes y lentas como Never Let Me Go de Kazuo Ishiguro o incluso al espíritu de Solaris de Lem (pero en clave social)""El viaje del olvido es una novela distópica madura, poderosa y emocionalmente inteligente. Tiene ecos de Orwell, Bradbury, Ballard y Le Guin, pero con una voz propia, anclada en el sur del mundo, con una identidad latinoamericana implícita en su geografía y sus cicatrices históricas.
Más que contar una historia, deja una sensación persistente. Una incomodidad. Una pregunta viva. Y eso, en literatura, es una victoria"
Resumen de El viaje del Olvido - Alejandro Palma
En un mundo donde la memoria se borra a voluntad y el entretenimiento se reduce a revivir una vieja serie y una única película, las emociones genuinas se compran en forma de pastillas. Cada sesión en el cine es una primera vez... aunque ya la hayas vivido decenas de veces.
Pero cuando alguien comienza a asesinar a miembros de la comunidad y a robar sus dosis de olvido, el sistema empieza a mostrar su cara más cruda. Una agente del orden, entrenada para no hacer preguntas, se ve arrastrada a una investigación que amenaza con despertar recuerdos prohibidos.
Mientras se acerca a la verdad, descubre que nada en su mundo —ni siquiera su identidad— es lo que parece. Porque en esta sociedad controlada por el misterioso Núcleo, recordar no solo es un riesgo... puede ser una sentencia de muerte.
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Nota del Autor:
Les comparto mi novela breve El viaje del olvido, una obra que cruza géneros y voces para explorar nuevas formas de control en una sociedad futura, donde el olvido se ha vuelto política de Estado y la memoria, una forma de resistencia.
La novela mezcla elementos de la distopía, el policial filosófico y la literatura especulativa. No busca seguir una estructura clásica, sino experimentar con la fragmentación narrativa, la alternancia de perspectivas y la construcción de un universo alegórico que interpela al lector contemporáneo desde el desconcierto y la sospecha.
Mi interés con esta obra es dialogar con la tradición de las distopías literarias sin caer en sus modelos canónicos. No hay grandes rebeliones ni héroes puros aquí: solo personajes que se enfrentan a un sistema donde el control es ejercido a través del confort, el espectáculo y la pérdida de identidad.
El Viaje del Olvido - Fragmento:
1. Santiago
Cuando abrí los ojos, la ciudad aún dormía. La oscuridad era tan densa que, por un momento, dudé si los tenía realmente abiertos. A esta hora me gusta pensar. La ciudad siempre está tranquila, pero hay algo en esta penumbra que invita a la reflexión, sobre todo sobre lo que hago y lo que no puedo dejar de hacer. Me llamo Santiago. Mi tarea es sencilla, pero vital: cada día, al mediodía exacto, acciono la palanca que limpia La Máquina. Si no lo hago —aunque sea una vez—, se saturará con los contaminantes del día anterior, y podríamos morir todos. Así de simple. Somos los últimos humanos en la Tierra. La Máquina es nuestro escudo invisible contra la radiación y los venenos que aún persisten más allá del muro. Aquí, todos trabajamos por lo mismo: sobrevivir un día más. Las horas apenas alcanzan para lo esencial —comer, dormir, reparar, limpiar— y, con suerte, ver otro amanecer. Con el tiempo, la población creció, y con ella las necesidades: comida, ropa, viviendas. La mitad de nosotros fabrica repuestos para La Máquina; la otra mitad produce lo necesario para que todo siga funcionando. Todo va al Núcleo. Ellos lo distribuyen.
A fin de mes, el Núcleo nos entrega lo imprescindible: alimento, ropa y treinta pastillas del olvido. Nos ayudan a soportar el encierro, la rutina, a no pensar demasiado. No tenemos calendarios. El tiempo dejó de importarnos. Sabemos que han pasado décadas desde el Evento que casi acabó con todo. Con eso basta. El Núcleo conserva lo poco que quedó del mundo anterior. Tienen electricidad, que usan para preservar alimentos, mantener La Máquina activa y fabricar las pastillas. En sus archivos guardan lo que llaman “cultura”: libros, música, películas. Pero nadie sabe leer. No hay tiempo para aprender. A cambio, tenemos cinco audiolibros, ocho capítulos de una vieja serie sobre amigos y una sola película. Todo se proyecta en el único cine de la ciudad, y es ahí donde las pastillas se vuelven imprescindibles. Durante dos horas, nos permiten olvidar que estamos encerrados, como si viéramos todo por primera vez. Una ilusión de novedad. Nuestra única forma de alegría. Gracias a esas obras sabemos cómo era la vida antes, y nos asombra ver cuánto tiempo desperdiciaba la gente. Horas en cosas sin sentido. Tenían todo para vivir, y aun así, vivían apurados, distraídos. A veces decimos en broma: tanto de tanto, para nada.
2. NH-C83
Cuando abrió los ojos, todo era borroso.
No dormía, pero tampoco había despertado del todo. El aire le costaba. Respiraba como si algo se interpusiera. Le dolía la cabeza, con una violencia sorda. Intentó mover una mano. No pudo. Una correa le ataba las extremidades. Entonces notó que estaba recostado. A su alrededor, pasos. Voces apagadas. Movimiento. Cuando la vista empezó a aclararse, distinguió figuras con delantales blancos, gafas oscuras. Uno de ellos se le acercó, movió los labios. Hablaba, pero no oía nada. Como si todo sucediera bajo el agua. Poco a poco, el sonido se filtró. La voz fue emergiendo desde un eco lejano hasta volverse nítida. —Si me escucha, mueva la cabeza o diga algo. Asintió despacio. Sentía en la boca un sabor seco, y en el aire, un olor ocre.
Entonces lo elevaron: de forma horizontal a vertical, aún atado a la camilla. La voz lo recibió. Lo llamó NH-C83.
NH: No Humano.
OID: organismo interdependiente diseñado para el servicio.
Mitad biológico, mitad cibernético. Una réplica. Un sirviente creado para asistir al Núcleo, y a los pocos humanos que aún quedaban sobre la Tierra. Escuchó. Trató de entender. No interrumpió. Le pidieron que siguiera una luz con los ojos. Que dijera una palabra al azar.
Dijo: "Ocasionalmente". Le informaron que estaría en observación algunas horas, hasta que pudiera asimilar la información. Una hora más tarde, regresaron.
Repitieron todo. ¿Entendía?
Dijo que sí. Aunque no era del todo cierto. —¿Soy una máquina? —preguntó. —Eres un humanoide. Una copia. Hecho con células humanas y tecnología de replicación. Un No Humano. Volvió a asentir. No supo por qué. Dijeron que estaba bien. Que volverían pronto. El procedimiento se repitió dos veces más. A la tercera, lo desataron.
Le aseguraron que el dolor, la desorientación, eran normales. Explicaron que, al haber sido creado como adulto a partir de un humano, podía conservar algunos recuerdos del original. Era esperado. Y útil. Ayudaba a su estabilidad emocional. Pero debía entender: No eran sus recuerdos. Eran memorias celulares.
Él no era ese hombre.
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