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Cuento El Sótano - de Alejandro Palma

 Título: El sótano

Autor: Alejandro Palma
Género: Cuento / Fantasía atmosférica / Realismo mágico / Suspenso existencial
Extensión: Cuento breve (un solo movimiento narrativo)


“El sótano” se mueve con solidez en el terreno del misterio atmosférico, con una propuesta que recuerda a lo mejor de la literatura fantástica de carácter introspectivo. Es original en su forma de presentar la casa como un espejo mental del protagonista, y especialmente potente en su desenlace, donde lo metafísico irrumpe desde la imagen, no desde la acción. Hay una clara inspiración en la estética de Cortázar, Borges y quizás también en autores como Mariana Enríquez o Henry James, aunque sin perder tu sello narrativo propio. - Reseña desde Instagram


A continuación el cuento completo:

El sótano

Alejandro Palma

 

 

Le habían encargado cuidar una vieja casona junto al Calle Calle, un río ancho y majestuoso que las embarcaciones atraviesan como recuerdos flotando entre la bruma y el murmullo del agua. Algunas llevaban turistas, otras obreros, pero todas miraban la casa al pasar: un vestigio de otra época, intacto en su abandono. Desde el agua se alcanzaba a ver su silueta colonial resistiendo lluvias y años, rodeada de maleza, como si el tiempo solo pasara por fuera.

 

El hombre bajó de la lancha y siguió el sendero hasta la entrada principal. Frente a él, la casona parecía guardar su soledad como un secreto. La fachada vencida por la vegetación, los ventanales altos con cortinas pesadas, la galería con bancas donde el sol de la tarde aún parecía detenerse, y las puertas de roble cerradas como labios que no volverían a abrirse.

 

Adentro lo recibió un silencio espeso. Los salones, cubiertos de un gris uniforme, respiraban una belleza mortuoria que él, por alguna razón, encontró conmovedora. Durante los primeros días retiró las sábanas que cubrían los muebles con un entusiasmo inusual. Limpió con delicadeza los cuadros antiguos, encendió la chimenea del gran salón y, poco a poco, fue recorriendo los rincones con una devoción silenciosa.

 

Pasadas unas jornadas, comenzó a notar detalles que lo hipnotizaban: la luz de la mañana tocando una mesa de nogal, el crujido de la mecedora junto al fuego, la luna filtrándose por las ventanas vacías, el gran cuadro de la biblioteca… La casa parecía repetirse, como si cada día fuera una variación leve del anterior. El mismo silencio, la misma belleza deshabitada.

 

Fue una noche, mientras revisaba el viejo reloj de ébano con la esperanza de hacerlo funcionar, que encontró un cuaderno oculto en su interior. Era de cuero endurecido, sin título ni inscripción. Dudó. Lo sostuvo largo rato, inmóvil, como si aún lo habitara una presencia. Finalmente, lo abrió.

 

Las páginas estaban llenas de dibujos en blanco y negro, acuarelas intensas, y una letra alargada, viva. Era, sin duda, el diario de un pintor —o más bien de una pintora. Las fechas hablaban de un siglo atrás. Las imágenes, en cambio, parecían eternas.

 

Al principio pensó en el valor del hallazgo, quizás se trataba de una artista famosa. Pero pronto el asombro desplazó cualquier cálculo. La autora escribía desde la melancolía. Amaba el silencio, las habitaciones vacías, la luz filtrada por cortinas pesadas. Era la misma casa. Cada rincón, cada sombra, cada ángulo retratado coincidía con lo que él había visto. La conexión fue inmediata. La soledad de ella, la suya. Sentía que le hablaba. Que lo había estado esperando.

 

Pasó noches enteras repasando el cuaderno como si fuera un mapa hacia otra vida. Se identificó con su amor no correspondido, su encierro elegido, su mirada sobre lo cotidiano. Llegó a saberse cada dibujo de memoria. Las ilustraciones parecían salidas de sus propios días. Pero entonces vio algo nuevo: una habitación que no reconocía. Por la entrada de luz alta y oblicua, supuso que era un sótano.

 

No recordaba haber visto ninguna entrada que llevara allí. A partir de entonces, su única obsesión fue encontrarlo.

 

Pasó días golpeando pisos, revisando paredes, buscando en vano algún acceso escondido. Mientras la casa seguía ofreciendo sus rutinas y espectros, él insistía. Releía el cuaderno como un oráculo. Y cada vez que volvía a las ilustraciones, algo dentro suyo se agitaba con ansiedad: no era solo una búsqueda. Era un llamado.

 

Sentado en la mecedora, con el fuego agotándose lentamente, releía las frases de ella como si fuesen cartas de amor destinadas solo a él. Ya no cabía duda: estaba enamorado de una mujer que quizás había muerto cien años atrás. Y, sin embargo, esa distancia no parecía del todo real.

 

Una noche sucedió lo imposible. Entre las páginas del diario —que creía ya conocidas por completo— descubrió una nueva imagen. La pintura no mostraba una habitación vacía, como todas las demás. Esta vez, había una figura: un hombre, sentado en una mecedora, leyendo un cuaderno iluminado por el fuego.

 

Sintió el escalofrío treparle por la espalda, como si la tinta de esa imagen le hubiera tocado la piel. Miró a su alrededor. Todo coincidía: la chimenea encendida, la posición de la silla, el cuaderno entre sus manos. El fuego no se había apagado en horas, aunque no recordaba haber añadido más leña. El mundo parecía suspendido.

 

Corrió a buscar la ilustración de la habitación en la que estaba. Comparó ángulos, sombras, luces. Era idéntica. Pero ahora, todo tenía un matiz diferente. Los colores, escasos, parecían cubrirse de un negro que avanzaba lentamente. El fuego se había convertido en cenizas. La luna no iluminaba. La casa era la misma, sí, pero ahora lo era para siempre.

 

Y el sótano, al fin, lo encontró.

Más que un lugar: un destino.

Allí, adentro, en esa acuarela, en ese diario.

 

Entonces el silencio.

La oscuridad final.

 

Atrapado, en una habitación sellada de luz y tiempo.



---



Reseñas sobre aspectos de interés: 

Estructura narrativa y ritmo

La estructura del cuento busca una progresión que construya tensión de manera sutil, y un desenlace que cierre el cuento con una imagen poética. La evolución busca ser pausada, que no pierda ritmo gracias al uso preciso del lenguaje sensorial y simbólico. El final busca ser simple, eficaz e inquietante, para que el lector siga pensando en ello.



Estilo y calidad de la prosa

La prosa busca ser cuidada, envolvente, con un lirismo contenido que no abrume. Hay frases que buscan la belleza: “las embarcaciones atraviesan como recuerdos flotando entre la bruma” o “una belleza mortuoria”. El estilo recrea una atmósfera densa, cargada de eco emocional y sensualidad estética. Hay una búsqueda de tono que recuerde a lo espectral sin necesidad de caer en lo gótico explícito, para que sea elegante y sugerente.


Sobre el personaje

El personaje es deliberadamente difuso, casi un arquetipo del “cuidador solitario” o el “lector devorado por su búsqueda”. La idea es que se lo sienta más como un espejo de la casa y del diario, que como un sujeto con agencia real. Su deseo primario es la paz y el descanso, y deriva a una obsesión que lo consume y atrapa.


Sobre lo simbólico y filosófico

La casa es memoria, el cuaderno es un portal, el sótano es destino. La lectura como ritual de conexión, la obsesión que reemplaza al mundo real, el amor post-mortem como eco de uno mismo: todo apunta a un universo interior donde tiempo y espacio son ficciones. La historia se convierte en una metáfora sobre la creación artística, el duelo, y la pérdida de identidad en lo que uno ama. Y la obsesión final que lo pierde para siempre y lo atrapa en un sótano, sin luz, ni tiempo.




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